viernes, 13 de septiembre de 2013

Agua y minería: una pareja indisoluble


  
Durante millones de años, la combinación de terremotos y lluvias ha dado lugar a las vetas de minerales que en los Andes generan esperanza económica y al mismo tiempo preocupación ambiental. Por ello, el conocimiento hidrogeológico de la cordillera andina debe contribuir a la solución de la controversia minero-ambiental, y así brindar información científica para que las decisiones mineras no sean producto solamente de temores comunales o intereses empresariales.

Donde hay minería hay corrientes subterráneas de agua, y éstas han sido, precisamente las que han formado átomo por átomo, molécula por molécula, las riquezas que hoy las empresas buscan explotar. Éste en un proceso que dura tiempos geológicos: la placa Nazca surge en las profundidades del océano Pacífico, penetra  bajo el continente y levanta la cordillera. Así se forman descomunales capas de impermeable roca magmática.  Los terremotos producen fallas en esas capas, y por ellas transcurren corrientes de agua que por afinidad química, arrastran consigo los metales para depositarlos luego en las minas.

Recientemente se han visitado varias minas para elaborar un informe sobre el tema. La mayoría de ellas da lugar a fuentes de agua. De no haber trabajado esas minas, el agua estaría entrampada entre capas de roca. Una muestra espectacular de lo dicho es el túnel Graton, construido por la empresa minera Casapalca. De ese túnel salen cinco metros cúbicos por segundo de agua. El túnel perforó varias capas de roca y liberó enormes depósitos de agua que son alimentados por las lluvias que caen sobre el otro lado de la cordillera, donde abundan las lluvias.

La inseparabilidad  de vetas y corrientes hidrológicas debe obligar a que la minería sea precedida por un profundo estudio hidrogeológico, usando técnicas científicas de comprobada validez. Las poblaciones y empresas involucradas deben convocar a científicos para que realicen estudios  de manera objetiva sobre la dinámica hidrogeológica de las zonas de influencia. De esta manera, se podría contar con información para optimizar el uso de los recursos mineros.

El Instituto Peruano de Energía Nuclear (IPEN) domina las técnicas de aplicación de los trazadores radiactivos para monitoreo y control de contaminantes en el ambiente, generados por las actividades humanas en general. Con estas técnicas se identifica la fuente, se mide la magnitud de la contaminación y se determina sus procesos de dispersión.

Los trazadores radiactivos, mezclados con las sustancias propias del proceso, permiten  identificar lugares de concentración o de fuga de la sustancia contaminante.  En algunos casos, los procesos tienen escapes involuntarios de sustancias por lugares no previstos, los que son localizados por medio de los trazadores.

El IPEN cuenta con científicos e ingenieros con amplia experiencia en el uso de trazadores nucleares para definir la naturaleza de los problemas ambientales. Un ejemplo de ello es que hace 20 años se llevó una experiencia multidisciplinaria e interinstitucional al estudiar el entorno ecológico del Centro Nuclear de Huarangal. La naturaleza del proyecto exigía un meticuloso estudio de la dinámica en el aire y suelo de contaminantes. Esa experiencia debe ser utilizada para solucionar controversias y utilizar los recursos mineros con el menor impacto en el ambiente.
 Escribe: Modesto Montoya

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