Durante millones de años, la combinación de terremotos y
lluvias ha dado lugar a las vetas de minerales que en los Andes generan esperanza
económica y al mismo tiempo preocupación ambiental. Por ello, el conocimiento
hidrogeológico de la cordillera andina debe contribuir a la solución de la controversia
minero-ambiental, y así brindar información científica para que las decisiones
mineras no sean producto solamente de temores comunales o intereses
empresariales.
Donde hay minería hay corrientes subterráneas de agua, y
éstas han sido, precisamente las que han formado átomo por átomo, molécula por
molécula, las riquezas que hoy las empresas buscan explotar. Éste en un proceso
que dura tiempos geológicos: la placa Nazca surge en las profundidades del
océano Pacífico, penetra bajo el continente y levanta la cordillera. Así
se forman descomunales capas de impermeable roca magmática. Los terremotos
producen fallas en esas capas, y por ellas transcurren corrientes de agua que por
afinidad química, arrastran consigo los metales para depositarlos luego en las
minas.
Recientemente se han visitado varias minas para elaborar un
informe sobre el tema. La mayoría de ellas da lugar a fuentes de agua. De no
haber trabajado esas minas, el agua estaría entrampada entre capas de roca. Una
muestra espectacular de lo dicho es el túnel Graton, construido por la empresa
minera Casapalca. De ese túnel salen cinco metros cúbicos por segundo de agua.
El túnel perforó varias capas de roca y liberó enormes depósitos de agua que
son alimentados por las lluvias que caen sobre el otro lado de la cordillera,
donde abundan las lluvias.
La inseparabilidad de vetas y corrientes hidrológicas
debe obligar a que la minería sea precedida por un profundo estudio
hidrogeológico, usando técnicas científicas de comprobada validez. Las
poblaciones y empresas involucradas deben convocar a científicos para que realicen
estudios de manera objetiva sobre la
dinámica hidrogeológica de las zonas de influencia. De esta manera, se podría contar
con información para optimizar el uso de los recursos mineros.
El Instituto Peruano de Energía Nuclear (IPEN) domina las
técnicas de aplicación de los trazadores radiactivos para monitoreo y control de
contaminantes en el ambiente, generados por las actividades humanas en general.
Con estas técnicas se identifica la fuente, se mide la magnitud de la
contaminación y se determina sus procesos de dispersión.
Los trazadores radiactivos, mezclados con las sustancias
propias del proceso, permiten identificar lugares de concentración o de
fuga de la sustancia contaminante. En algunos casos, los procesos tienen
escapes involuntarios de sustancias por lugares no previstos, los que son
localizados por medio de los trazadores.
El IPEN cuenta con científicos e ingenieros con amplia
experiencia en el uso de trazadores nucleares para definir la naturaleza de los
problemas ambientales. Un ejemplo de ello es que hace 20 años se llevó una
experiencia multidisciplinaria e interinstitucional al estudiar el entorno
ecológico del Centro Nuclear de Huarangal. La naturaleza del proyecto exigía un
meticuloso estudio de la dinámica en el aire y suelo de contaminantes. Esa
experiencia debe ser utilizada para solucionar controversias y utilizar los
recursos mineros con el menor impacto en el ambiente.
Escribe: Modesto Montoya
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